Todos necesitamos ternura, misericordia y acompañamiento. La ternura nace de una experiencia del amor misericordioso de Dios, nuestra roca para vivir la cultura del encuentro.

El pasado martes 22 de febrero pudimos disfrutar de un taller que impartió nuestro querido D. Arturo Ros, obispo auxiliar de Valencia, sobre cómo “Vivir y acompañar desde una espiritualidad de la ternura”.

Durante su intervención, de la mano de varios pasajes y parábolas del Evangelio (Parábola del Hijo Pródigo, Jesús en casa de Simón el fariseo) y algunas citas de Evangelii Gaudium (nº 171 y 172), Fratelli Tutti (cap. VI) y Amoris Laetitia(nº 137), nos hemos asomado a la divinidad y a la humanidad de la ternura.

Dimensiones de la ternura

Ternura que no es sensiblería, sino la manifestación de emociones profundas. Ternura que nace de un amor desde dentro, de una experiencia del amor misericordioso de Dios. Ternura que se necesita pero que también se comparte, se regala. Ternura que antecede al encuentro, que es acogida, escucha, cercanía, amabilidad, paciencia, gratuidad. Ternura que se expresa con delicadeza pero que también es fortaleza y rigor. Ternura que teje un espacio donde reconocerse, un espacio donde compartir caminos juntos, donde acompañar, respetar, celebrar, sufrir y alegrarnos, donde saber esperar y curar. Ternura que es misericordia y misericordia que es abrazo que sana, mirada que dignifica y comprende, apoyo que sostiene y palabra que levanta.

Tres preguntas

D. Arturo nos hablaba de la importancia de ser conscientes de que «daremos (verdadero) testimonio de lo que seamos experiencia», pues lo que llevamos en el corazón es lo que damos a los demás, y nos interpelaba con tres preguntas:

¿Cuál es el rostro del Padre que predica Jesús? Un Padre que se conmueve cuando el hijo que estaba perdido vuelve, que corre hacia él, que le come a besos y quiere celebrar su llegada.

¿Cómo actúa Jesús? A través del perdón y la curación…“Vete en paz”.

-¿Con qué actitudes percibo al Dios de la misericordia? Necesariamente con humildad y actitud orante, plegaria que es intimidad con el Padre.

La cultura del encuentro

Gracias D. Arturo por recordarnos que todos – nosotros mismos, las personas que nos rodean, este mundo-, todos necesitamos ternura, misericordia y acompañamiento. Nuestras historias necesitan caricias y mucha escucha, nuestro mundo necesita urgentemente vivir la cultura del encuentro.

Y nos surge la inquietud, igual que comentaban algunas hermanas al final del taller, de cómo aterrizar en lo concreto, en mi vida diaria, en mi familia, en mi comunidad, en mi misión, ese anhelo de ser instrumento  de Tu Ternura… Y terminamos por donde empezamos, con una breve plegaria:  “Señor, ayúdanos a dejarnos amar por Ti”.

Oración sobre la ternura De Dios

Para el que quiera, os comparto otra oración sencilla que encontré sobre la ternura de Dios y que recité al principio del taller.

Padre bueno,

Tú eres la ternura infinita, Tú eres la máxima manifestación de la bondad y de la misericordia, ¡Dame la gracia para llenarme de tu misericordia y de compadecerme también de aquellos que viven sometidos al dolor, a la fragilidad, a las tentaciones de este mundo, a la angustia y a todos aquellos que pasan cerca de mi necesidad física, económica y espiritual!

¡Dame tu ternura, Señor, para que pueda llevarte donde no se te ve y ni se te siente, para aliviar a los que sufren, a los que no tienen consuelo, a los que están deprimidos!

¡Te quiero dar gracias, Padre, por esa ternura infinita, por tantos regalos que recibo de ti, por tantas gracias inmerecidas que me has transmitido!

¡Te pido, Padre, que me ayudes a mirar la vida con ojos de fe para que pueda ser capaz de vislumbrar todas esas gracias que me has regalado! ¡Padre de bondad y de ternura hay veces en el día que me olvido de ti y me cuesta descubrir tus gracias, ayúdame a no olvidarte nunca, a contemplarte, a alabarte, a hablar contigo!

 ¡Padre de bondad y de ternura gracias porque si no te hubieras revelado con toda la fuerza de tu misericordia no se qué sería de mí! ¡Si no te hubieras hecho tan frágil como soy yo, si no hubieras llorado y sufrido como lo hago yo, si no hubieras muerto en la cruz por amor, yo no sería capaz de experimentar ni tu ternura ni tu amor!

¡Señor, te doy gracias porque me amas tanto! ¡Te doy gracias porque al mismo tiempo me muestras con tu ternura esa cercanía que necesito para caminar! ¡Gracias porque me muestras tu divinidad al mismo tiempo que me presentas tu humanidad! ¡Te doy gracias, Padre, porque me acompañas siempre y me llevas de la mano y esto me da mucha seguridad!

¡Ayúdame, también, a llevar tu ternura a los demás!