Crecer en la ancianidad renovando nuestro voto de pobreza

Son muchos los que renuevan sus votos cada día. Actualizar su sentido y ser fieles no siempre es fácil. El voto de pobreza es una de las claves para alcanzar la libertad auténtica.

Nuestra vida, según va progresando, se enriquece por los compromisos que en ella vamos adquiriendo. No es menos cierto que la fidelidad a un compromiso adquirido es cada vez menos estable y duradera. Nos encontramos ante la “cultura de lo provisional”, ante una “sociedad líquida”, como dijo una vez Zygmunt Bauman.

Parece que lo que es para siempre produce vértigo y mantenerse en ello una quimera difícil de alcanzar. Pero no es menos cierto que muchas mujeres y hombres siguen poniendo en valor su palabra, cuidando y alimentando el compromiso adquirido delante de Dios. Son muchos los consagrados que renuevan sus votos cada día; muchos los matrimonios que se vuelven a repetir el “Sí, quiero”; muchos los sacerdotes que no olvidan que las promesas expresan los valores insertados en el ministerio sacerdotal: trabajar con el obispo, predicar, celebrar los sacramentos, orar e imitar a Cristo.

Renovar los votos

La expresión concreta de los votos difiere según las órdenes religiosas. Entre los benedictinos y cartujos los votos se consideran comprendidos en la conversio morum o conversatione morum.​ Algunas órdenes añadieron un cuarto voto: los Hospitalarios, el de atención a los enfermos; los Mercedarios, el de redención de cautivos; los Jesuitas, el de obediencia especial al papa; los salesianos el de apostolado en los jóvenes, las Misioneras de la Caridad, el de servicio a los pobres, etc.

Los votos emitidos de forma pública están restringidos por las regulaciones del Derecho canónico, por lo que se denominan «votos canónicos».

Nos toca renovar estas promesas y votos dados un día. Nos toca, además, hacerlo con valor, dándoles sentido nuevo y transformándolos. Una promesa no renovada cada día se diluye poco a poco hasta su muerte. Es un reto difícil que, con voluntad y la gracia de Dios, está al alcance de todos.

La pobreza, en el ADN

¿Cómo adaptar los votos a estos nuevos tiempos? ¿Cómo darles nuevo sentido, con 70, 80, 90 años, después de 50, 60 años de haber profesado?

Voto de pobreza. Lo indicábamos en algún artículo anterior. Transformarlo pasa por ir a su origen. Jesús, cuando nos presenta el plan programático de las bienaventuranzas, comienza diciendo: «Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos» (Mt 5, 3) . Estableciendo, a mi entender, como base de su seguimiento el desprendimiento, la pobreza.

Es urgente que, en este mundo de hoy, en esta sociedad actual, marcadamente consumista y materialista, hablemos y sigamos dialogando sobre la pobreza evangélica, sin desligarla de la pobreza material, porque es un camino que todavía falta por andar y, asimismo, es un elemento fundamental e irrenunciable en la vida consagrada, es decir, forma parte de su ADN. Aquí aparecen a veces las trampas interiores para justificarse, o quitarle peso a la pobreza material centrándose exclusivamente en la pobreza evangélica.

No hay que confundirnos tampoco. Los bienes materiales no son malos, no hay que demonizarlos. Lo que condena Jesús es la idolatría de los bienes, es decir, poner el dinero en la misma categoría de Dios y que la centralidad en Jesús se vaya perdiendo por culpa del dinero; de ahí, la advertencia de Jesús de que no podemos servir a dos señores (cf. Mt 6,24). Sí, también hay personas ya entradas en años que siguen buscando seguridades en lo material: mis cosas, mi habitación, mis libros, lo que “yo he sido…”

La pobreza tiene un nuevo significado en el dejarse hacer, desprenderse de lo que uno es, de lo que uno ha sido, de los cargos que ha ostentado en su trayectoria como consagrado, dejarse “desnudar” por otro y dejarse atender por los otros… Uno de los grandes retos es quitarse las capas para dejar que florezca nuestra verdadera esencia, con lo que somos o no somos, con nuestras carencias y dones…

Pobres y libres

Es el desprendimiento absoluto de Francisco de Asís, de todo lo mundano, para quedarnos, desnudos, ante Dios y hacernos libres. Quedarse desnudos ante Dios es mostrarse desnudo ante mi comunidad, ante quienes me cuidan, ante el mundo… Es dejar que salga nuestra verdadera esencia. ¡Qué reto tan enorme del voto de pobreza en cualquier momento de nuestra vida y válido para quienes habéis profesado o quienes hemos adquirido otros compromisos!

Otro gran desafío de la renovación de este voto en mi momento vital es ser plenamente libres. Hemos escuchado a religiosos decir que sois libres, y sin embargo, también vemos que algunos se dejan invadir por las cosas materiales que ofrece la sociedad. La libertad viene por el riesgo y por el desprendimiento.

Quien arriesga es la persona libre, la que no arriesga está atada a sus caprichos, pensamientos y hasta su ideología, y cuando estamos atados a estas cosas nos puede pasar como al joven rico, que no fue capaz de dejarlo todo para seguir al Señor, se puso triste cuando le propuso que vendiera todo y se lo diera a los pobres, y luego que lo siguiera (cf. Mc 10,17-30). Aquel joven no era libre, se encontraba atado a la riqueza.

La desnudez, el dejarnos hacer por otros, el vaciarse, el desprenderse del pasado y de las preocupaciones del futuro, el agarrarnos a la humildad, nos ayuda a sentirnos libres en el tramo final de la vida y también nos ayuda a prepararnos para entrar libres, sin ataduras, desnudos, en la Vida que el Señor nos tiene preparada.

Estos tiempos, nos hacen una llamada para el desafío de asumir la pobreza abrazándola con libertad para que desde esa libertad seamos ricos en pobreza.

José Ramón López
Director de Operaciones

7 comentarios

  1. La pobreza básica a lo largo de la vida en la consagración religiosa y en todo creyente.
    Me impacta en la vivencia en el último periodo de la Vida. Supone un despojo total, dejarse en las manos de «otros» por seguimiento fiel al Maestro.
    Muy buen articulo José Ramón 👍

  2. Muy acertado, José Ramón. Nos has mandado un mensaje lleno de sabiduría y muy útil para nuestra vida. La pobreza nos da libertad en todos los sentidos y nos sitúa para vivir de forma que usando lo necesario, sin apego se puede decir realmente que, «solo Dios basta». Lo demás es necesario, pero secundario.

    Muchas gracias por tus reflexiones.
    Un abrazo

  3. cuando una es mayor, la pobreza va adquiriendo unos rasgos diferentes .Hay una pobreza que te da la propia naturaleza, con los achaques consecuentes .El saber vivirlo con garbo y aceptarlas plenamente, es una forma de pobreza no buscada, ni querida.Ahondar en el interior para saber vivirla, Aprovechar tantísimas cosas que recibimos tanto materiales , como espirituales. Vivir el momento presente a tope, buscando cómo continuar siendo misioneras hasta el final de nuestra vida .Vivir en agradecimiento constante al Señor que hace no nos falte nada y todo lo demás ya no interesa, Es aprender a vivir la pobreza de otro modo.

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