El Director de Orquesta

[et_pb_section fb_built=»1″ _builder_version=»4.5.1″ _module_preset=»default» custom_padding=»0px||0px|||»][et_pb_row _builder_version=»4.5.1″ _module_preset=»default»][et_pb_column type=»4_4″ _builder_version=»4.5.1″ _module_preset=»default»][et_pb_text _builder_version=»4.5.1″ _module_preset=»default» text_font=»||||||||» header_2_font_size=»40px» text_orientation=»justified»]

Querido Dios,

Llevo días queriendo escribir, pero hoy me decido a transcribir esta imagen tuya que se me vino a la cabeza, queriendo con ello decirme a mí misma que es verdad la vida de Unión que deseas con cada hombre, y que eres realmente Tú, quien inspiras todas estas cosas en nuestro corazón. No son imaginaciones, sino susurros de verdad en lo más profundo de nosotros.  

Hace mucho tiempo disfrutaba en un teatro de Madrid de una pieza musical que a todo el mundo, creyo yo, le haría mirar al cielo, El Mesías de Haendel.

Desde mi sitio podría ver perfectamente y de frente a todos los miembros de la orquesta, violinistas, violonchelistas, organista, la soprano, el tenor, el flautista… y de espaldas veía al director de orquesta, un hombre que me parecía alto, elegante, con pelo gris, y levita azul marino. 

Difícil es para mí, a diario, no tener un trocito de pensamiento y corazón permanente mirando a Dios en mis ocupaciones diarias o de ocio. Pero cuando estoy delante de la belleza todo mi ser se acuerda del Señor. Miraba al director de orquesta, al cual no le podía ver la cara y pensaba en Él.

Me sugería todas esas similitudes: el Directo de Orquesta dirige en silencio, en un profundo silencio, conoce perfectamente cada componente de la orquesta, conoce cuando tienen que tocar, cuando tiene que entrar cada músico en la pieza, a veces dirige fuerte, suave o todos a la vez o solos o de dos en dos. Todos los músicos están permanentemente mirándole y esperando que con su batuta les diga ¡»ahora»! 

¿No parece un poco la relación del hombre con Dios? Él se comunica en silencio y si le miramos sabemos lo que nos dice, decubrimos su voluntad, para cada uno diferente, para cada vida una misión, solos o juntos o todos a la vez y dentro de una misma Iglesia, La Orquesta.

Si mirásemos todos a Dios, todo sonaría bien, sería perfecto, celestial, no necesitaríamos palabras para descubrir su voluntad. Todo sería armonía y todo el que mirase a esta Iglesia lo vería.

¿Y qué ocurre cuando uno mira a Dios?, ¿qué ocurre cuando un músico no mira al Director?

No sabe cuándo entrar, parecido al hombre que no sabe cómo vivir…

Y algo que me hizo meditar mucho más. Hoy en día en que la máxima parece ser una muy mal entendida libertad, de que cada uno haga lo que quiere y como quiere, según sus propias referencias y nada más; me pareció que quizá tiene mucha más profundidad lo que cada uno hace no solo para él, sino para el mundo.

Si un instrumento suena mal, desafina a toda la orquesta, todo el mundo lo nota y la armonía se rompe. De igual manera si la vida no refleja la voluntad de Dios, desafina al mundo entero y a todos los que le rodean. Quizá vivir mirando a Dios, o bien, vivir de espaldas a Él, tiene consecuencias mucho mayores que para uno mismo, tal vez juguemos con desafinar muchas más vidas que solo la nuestra.

¿Y cuándo uno ha mirado al Director durante todo el concierto?, o podríamos decir, ¿y cuándo uno ha mirado a Dios durante toda su vida? El final es explosivo, apoteósico. Todo ha sido posible gracias a Él, pero se girará siempre (como hace el Director), para que todos los aplausos se dirijan a la orquesta.

¡Gracias!

[/et_pb_text][/et_pb_column][/et_pb_row][/et_pb_section]

Un comentario

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Suscríbete a nuestro boletín

Por favor, activa JavaScript en tu navegador para completar este formulario.
Nombre