La mirada que contagiamos

A veces hay palabras y pensamientos que se asientan en el corazón y que son origen de una determinación de cambio en la persona, como por ejemplo cuando estamos meditando la Palabra y sentimos que Dios nos acaricia, o con un mensaje que recibimos o con una frase que alguien nos dice en un momento determinado.  

Recuerdo lo que compartió conmigo en una ocasión una religiosa (en ese momento madre general de su congregación), que viajaba desde España a Venezuela con un maletín cargado de dinero para pagar las nóminas de todo un año de las hermanas y empleadas de un colegio de educación especial que tenían en una zona muy deprimida. Me contó que al llegar al aeropuerto se le acerca un joven del barrio, que se le hacía ligeramente conocido, y en un abrir y cerrar de ojos le sustrae el maletín y le dice al tiempo que se echa a correr “yo se lo llevo doñita”.  En cuestión de milésimas de segundo, bloqueada por el susto, la religiosa alcanzó a decir “confío en ti”. Sólo eso, “confío en ti”.  Imaginaros cuál fue su sorpresa cuando al llegar al colegio se encontró en la puerta al muchacho, sentado en el suelo con la maleta entreabierta, sonriéndole y diciéndole “madrecita, aquí tiene su plata, … por confiar en mi” 

Pues bien, también hay miradas que se han quedado clavadas en el recuerdo por lo bondadosas, por lo profundas, por lo que remueven en ti, por la fuerza y energía positiva que transmiten. Son miradas que te llevan al encuentro con el otro, a acoger y a darse al otro. 

¿Es así mi mirada? 

Así como la caridad empieza por uno mismo, ¿somos conscientes de cómo me miro a mi mismo/a? Cuando caigo o yerro por mis limitaciones o por mis defectos, ¿qué pasa dentro de mí? …. A mí me ayuda mucho el hacer presente cómo me siento mirada por Dios más allá de mis acciones, siempre con su ternura, su sonrisa comprensiva, su misericordia infinita, su mano tendida. 

¿Qué pasa cuando miro al otro?, ¿qué fotos saco de cada una de las personas que convive conmigo? Tomaros un minuto para reflexionar, ¿qué veo en ellas? O mejor, ¿qué me falta ver en ellas?  

¿Me quedo en una etiqueta que he elaborado en base a determinadas conductas o soy capaz de mirar más allá? ¿soy consciente de que mi mirada no agota la realidad, de que mi percepción de la realidad está filtrada por mi esquema mental y que muchas veces no soy capaz de abarcar la belleza del ser humano?  

¿Cómo es la mirada hacia mi comunidad?, ¿y hacia la realidad que me rodea? 

La mirada, mi mirada, revela muchas cosas. Habla de la foto que yo hago de la realidad y de las personas, de los significados que atribuyo a las cosas o acontecimientos, habla de nuestra manera de ser, de nuestra actitud ante la vida. Romano Guardini, un sacerdote, pensador y escritor alemán conocido por muchos, decía que cada uno decide cómo mirar según cómo quiere vivir, en sus palabras “yo decido cómo miro, y entre el ser y el mirar está mi libertad y por tanto mi responsabilidad”  

 El poder de la mirada es incontestable y puede afectar poderosamente a cualquier relación hasta el punto de ser la llave para abrir o cerrar el corazón. Cuántas veces hemos oído en comunidad: “Fulanita me parece una persona maravillosa, además, cuando me mira me hace sentir especial, me transmite que soy capaz, que me quiere a pesar de mis defectos… la verdad es que me estimula a querer ser mejor persona y hermana cada día » o bien “me exaspera y me pone de muy mal humor la burla que veo en su mirada”, “noto su desprecio y su juicio cada vez que me mira, quien se habrá creído que es…” 

Os propongo un ejercicio:

1. Tomar consciencia de cómo me miro.

2. Tomar consciencia de cómo miro a los demás y cuáles son mis etiquetas:

● ¿Los miro como si fueran cosas? a las cosas no hace falta saludarlas, no hace falta pedirles las cosas, por favor ni dar las gracias. Simplemente las utilizo.

● ¿Los miro como si fueran mis enemigos? como los demás no quieren mi bien o huyo de ellos o les ataco para defenderme.

● ¿Los miro como si fueran socios? mientras los dos aportemos por igual las cosas van bien, pero cuando ya no compensa la relación se corta.

● ¿Los miro como si fueran personas? con toda su dignidad y buscando su belleza más allá de las apariencias.

● ¿Los miro como si fueran hermanos? son personas significativas en mi vida, con asombro, con comprensión, paciencia, compasión, confianza…

3. Tomar consciencia de las miradas que necesitamos.

4. Tomar decisiones sobre cómo quiero que sea mi mirada a partir de hoy, ¿qué pequeños hábitos voy a trabajar en mí para que mi mirada sea un gran regalo?, ¿qué voy a hacer para revisar cada cierto tiempo la mirada que contagiamos a los demás?

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