¿Qué hacer si no tenemos superiores/as para las casas de mayores? (Capítulo 2)

Capítulo 2

Es posible confiar a profesionales laicos el cuidado de nuestros mayores, están especialmente habilitados para atendernos y llamados a acompañarnos en esta etapa de la vida.

La gestión de comunidades de religiosos/as mayores como estructuras autónomas, no dependientes de las propias Congregaciones, al menos en su liderazgo, es ya una realidad. No podemos continuar como estamos ahora y es cierto que los recursos que tenemos son cada vez menores; ha llegado el momento de entregar el testigo y poner en manos de profesionales esta hermosa misión.

No obstante, esta entrega ha de hacerse siempre desde la esperanza, porque creemos verdaderamente que vamos estar mejor atendidos; desde la gratitud porque, aunque no se hagan las cosas como “lo hemos hecho siempre”, sabemos que su único objetivo va a ser el de cuidarnos lo mejor posible y, desde la confianza en el apoyo y la ayuda que pueden brindarnos.

Profesionales laicos

Estamos hablando de un cambio de mirada, de una apertura de mente y de acoger otra forma de gestionar como válida. Es importantísimo ser conscientes de que estos trabajadores que se incorporan en nuestras casas, que asumen nuestra vulnerabilidad y desean atenderla, no están directamente a nuestras órdenes, ni son superiores laicos ni consagrados que tienen que dedicarse a ello 24 horas/7 días a la semana, como nosotros lo hacíamos.

Son profesionales que vienen a asumir una labor y a desarrollarla de la forma más adecuada y adaptada posible a lo que cada Instituto requiere, en línea con las necesidades de las Casas y el servicio acordado con la Curia general o provincial, pero no podemos olvidar que tienen que gestionar nuestras casas cumpliendo una normativa y garantizando unos estándares de calidad, de acuerdo a una serie de procesos y procedimientos. Por supuesto que tienen que conocer nuestra historia, respetar nuestro carisma y en la medida de lo posible favorecer nuestro estilo de vida, pero no podemos ni debemos pretender “domesticarlos”.

Este camino no es sencillo, lo cierto es que la dificultad surge cuando nos vemos confrontados con decisiones que no nos agradan y que no van en la línea esperada. Entonces nos damos cuenta de qué frágil es la alianza laicos-religiosos e incluso la propia identidad carismática-institucional.

Este proceso, para que se viva como una bendición pese a las dificultades e inconvenientes que puedan surgir, requiere de una reflexión interna en la Congregación y una aceptación no impuesta sino voluntaria, verdaderamente acogida. Resulta clave que queramos hacer este camino, no porque nos faltan recursos humanos, no porque ya no damos para más, sino porque queremos que sea así, y como decía antes, también porque confiamos que el Espíritu nos está inspirando a ello.

Adaptarse al cambio

¿Estamos hablando de que no habrá un superior o responsable de la Congregación liderando estas estructuras de cuidado a mayores? Quizás el liderazgo de estas estructuras cambie, es probable que no sea igual que ahora, incluso que sean liderazgos compartidos. Por una parte, un religioso/a que ejerza un acompañamiento espiritual de la Comunidad, como referente de la Congregación y enlace con los hermanos/as, por otra parte, un laico/a ejerciendo un liderazgo de funcionamiento de las Casas a nivel general. Desde luego que hay mucho que hacer en ellas, mucho que coordinarse, nuevas sinergias que generar y mantener; hay que lidiar con proveedores varios, hay que seguir políticas profesionalizadas de gestión económica, etc. etc.

Es igualmente probable que estos cambios se vayan produciendo progresivamente, no de golpe, ni de forma radical, sino con pasos pequeños que nos encaminen a un liderazgo diferente donde podamos delegar en sus manos labores que hemos desempeñado siempre hasta ahora.

¡Cómo no!, los cambios nos asustan, nos dan miedo, nos retrotraen al pasado y nos lamentamos con frecuencia por lo que estamos perdiendo, o lo que nos parece que ya no somos ni volveremos a ser. Puede incluso que sintamos que estamos dejando en manos “desconocidas” nuestra intimidad y nuestras vidas, nuestra esencia comunitaria. Pero como decíamos al principio, hemos de ponernos otras gafas para tener una mirada diferente, una mirada de agradecimiento, dar gracias a Dios por esta oportunidad y pedirle que El mismo inspire estas nuevas realidades que vienen, que están ahí, que ya llegan. Es precioso poder sentir que laicos y religiosos formamos parte de la Historia de la Iglesia y que estos cambios también forman parte de este camino sinodal al que estamos llamados.

Tenemos una nueva oportunidad para llenar de sentido esta etapa de la vida solo que de una forma diferente a como nos habíamos imaginado, pero igualmente inspirados por un Espíritu que sopla y que tenemos que acoger y dejarnos llevar por Él.

José Ramón López
Director operativo de la Fundación Summa Humanitate

 

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4 comentarios

  1. Estoy viviendo algo parecido, en mi caso si hay Superior, pero la persona que ejerce de gestora del personal, ausiliar y enfermera, toma decisiones sin contar con la superiora.
    Ejemplo: se asusta por que una de las hermanas mayores, según criterio de la auxiliar está mal, llama a urgencias, se marcha porque termina su horario y no comunica a nadie de la comunidad que vendran del centro de salud.
    Mi opinión, es que las comunidades religiosas, somos una familia diferente y la persona que viene tiene que respetar, valorar, cuidar y adaptarse al grupo, no el grupo a ella. Aunque también.
    No somos residencias al uso y nos tratan así, incluso cambia la alimentación, que no está en función de las personas sino en función de lo que decide alguien que no come en la casa.

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