Queremos vivir de forma sana nuestro envejecimiento, pero ¿cómo? (parte III)

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En artículos anteriores abordamos las dimensiones de la salud física y de la salud mental. En este vamos a profundizar en la salud relacional.        

Sabemos que la salud tiene un carácter social, relacional.

Tan importante como eso, o más, es el darnos cuenta que para poder tener una buena salud relacional, primero debemos estar bien con nosotros mismos. Es la base. Si no nos relacionamos bien con nosotros mismos, difícilmente podemos relacionarnos adecuadamente con los demás.

Desde mi perspectiva, una de las formas más directas de relacionarme conmigo mismo es a través de mi propio cuerpo, porque el cuerpo es la manifestación física de lo que soy. Es por ello que nuestro cuerpo, la aceptación del mismo y su cuidado, va ayudar a que también nos aceptemos tal cual somos.

Dicho de otro modo, en este plano de realidad (la realidad física) yo no existo más que en mi cuerpo, sin él soy una entelequia y, por tanto, un primer paso en el proceso de entrar en contacto con quien soy es percibirme con este cuerpo físico concreto.

Mi realidad personal única no está hecha solo de lo que pienso (mi realidad mental), de lo que siento (realidad emocional) y de lo que son mis circunstancias irrepetibles y personalísimas (contexto histórico y familiar); mi realidad personal también está conformada por mi cuerpo tal como es, con la manifestación de mis genes como generadores de mi cuerpo y de mi persona como tal. 

Nunca olvidemos que solo nos relacionaremos bien cuando tengamos paz con nosotros mismos, con lo que somos, creemos y tenemos, cuando sepamos disfrutar de la vida, de los pequeños sorbos que nos vienen dados por ella, cuando aceptemos al otro como es, viendo en el otro la parte de divinidad que le corresponde por ser creado por Dios.  

El otro, tal como es, con sus manías, con sus obsesiones, con sus flaquezas, con sus virtudes…, es manifestación de Dios, y como tal, debemos pensarlo y tratarlo. Esto ayuda en las relaciones personales comunitarias y en la convivencia de unos con otros.

En definitiva, es por ello que decimos que la salud relacional también tiene que ver con el contacto: reconocer que somos seres interdependientes, que no estamos solos y somos solo nosotros con nosotros mismos.

Recuerda que…

¡Si nos cuidamos mejorará nuestra calidad de vida!

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