¿Qué hacer si no tenemos superiores/as para las casas de mayores? (Capítulo 1)

Capítulo 1

¿Podemos dejar en manos de otros la gestión de una casa de mayores, del edificio por completo, del personal que nos cuida en el final de nuestra vida, que atiende nuestras cuentas y que incluso nos anima personal y espiritualmente?

Este título responde a la pregunta que se hacen hoy en día muchos superiores provinciales y generales cuando echan una mirada hacia su propia congregación. No es una cuestión menor, ni tampoco una cuestión que debamos esquivar, ni algo que nos tenga que asustar… ¿Qué podemos hacer? ¿Cómo actuar? ¿Estamos condenados/as a perder nuestra identidad? ¿Cómo tenemos que posicionarnos como consagrados? ¿Nuestra obediencia es ahora a otros y no a un superior que el propio instituto debería de poner? ¿Nos estamos volviendo locos con esto de la misión compartida?

Ya veis que son muchas las preguntas que se nos pueden presentar, y otras que ni tan siquiera nos atrevemos a verbalizar porque nos da pavor el simple hecho de pensarlas.

Es evidente que corren tiempos distintos a los de hace 40, 50, 60 años, y no nos vayamos tan lejos, corren tiempos distintos a hace 5 años. Digo bien, distintos. No me atrevería a decir que son tiempos difíciles, u oscuros, o de decadencia, o de atardecer, como escuchamos tantas veces.

Inspirados por el Espíritu

Los días en los que estamos y las situaciones que vivimos también están siendo inspirados por el Espíritu. Si en los años de juventud y noviciado de muchos y muchas de los que me leéis, la “opulencia” venía dada desde el agradecimiento a Dios mediante el Espíritu por su fuerza, por su impulso, por las vocaciones que brotaban como manantiales interminables… ahora, en nuestro tiempo, Dios mediante su Espíritu nos está llamando a nuevas formas de seguirlo, a establecer nuevas comunidades más abiertas, a escuchar su llamada en otros ambientes, con otras personas, en otras familias, sin dependencias cuadriculadas que simplemente nos condenan a la muerte como instituto sin habernos dado la oportunidad de escuchar lo que el Espíritu nos está inspirando.

Dios camina con nosotros a través de la historia y es desde esta historia desde donde nos ha ido configurando como personas dentro de unas estructuras determinadas, en una sociedad determinada, en una familia determinada.

El dejar en manos de otros, que no son de nuestro propio instituto, la gestión de un edificio por completo, la gestión de un personal que nos cuida en el final de nuestra vida, que atiende nuestras cuentas, que incluso nos anima personal y espiritualmente, lo tenemos que ver como una oportunidad de soplo nuevo que deberíamos de acoger con gusto, con pasión, con esperanza y agradecimiento.

Abrir las puertas del castillo

Las resistencias y ataduras medievales que no dejan que nadie franquee el castillo que nos hemos construido a lo largo de los años (el castillo de lo nuestro: nuestro carisma, nuestra comunidad, nuestros colegios, nuestras enfermerías, nuestras ideas, nuestras gestiones…), no permiten desear y abrir las puertas del mismo para que otros entren y lo conquisten, con nuevas formas, nuevas ideas, distintas formas de gestión, que no van a provocar que perdamos un ápice de lo que somos y hemos sido, sino que consiguen complementar nuestra historia como Instituto hasta donde el Espíritu esté dispuesto a llevarlo. Unos irán a la muerte y la desaparición, otros se reconstruirán de forma diferente, otros nuevos surgirán de cenizas ya apagadas…

Estas resistencias de muchos consagrados hoy en día responden a sus propias resistencias personales, a no ser capaces de dejar de hacer lo que llevan haciendo tantos años, a vincular su actividad a su identidad como personas y religiosos, a no ser capaces de confiar en que otros harán lo que yo hice, de la misma forma o incluso mejor. Es la antítesis al voto de pobreza.

«Ven y sígueme»

Estas seguridades a las que se atan muchos, son nuestras riquezas a las que no estoy dispuesto a renunciar. En el pasaje del joven rico, Jesús le dice: “Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes… y tendrás un tesoro en el cielo. Luego ven y sígueme” (Mt 19, 16-30).

Vende tus seguridades, vende tu orgullo, vende tu prepotencia, vende tu egoísmo, vende lo que has hecho, vende tus gestiones y tus lideratos, vende tus puestos de honra y de “poder”, vende lo que has sido (general, provincial, ecónomo, superior…), “luego ven y sígueme”.

Seguirlo supone dejarlo todo, confiar en que otros lo asuman, querer que así sea, agarrarme a Aquel que me está llamando e irme con Él, desnudo, sin nada, vaciándome de lo que he sido y soy, dándole la oportunidad a mi corazón de querer lo que me cuesta ver o aceptar, facilitarlo y confiar.

José Ramón López
Director operativo de la Fundación Summa Humanitate

 

Te puede interesar

III Congreso Humanitate: Mejorar el cuidado de nuestros mayores es posible. Consideraciones para una mejor atención y organización de nuestras casas de mayores

13 comentarios

  1. Muy interesante.
    Que no son nuestros ningun bien que tenemos, que son del Señor como hemos ofrecido muchas veces, pero ahora sentimos que tienen que disponerse a la voluntad de Dios a través de carismas y movimentos que surgirán por la fuerza del Espíritu y que está suscitando.

  2. «COMO ANILLO AL DEDO»
    Estáis inspirados por el Espíritu, sin duda. Es el problema de tantas casas de mayores.
    GRACIAS

  3. El problema es real y nos cuesta aceptarlo. Conocemos Institutos que han aceptado el cambio de responsables – ahora laicos – y están satisfechos. Es un cambio que exige una preparación interior y estructural, pero que puede funcionar. Qué difícil es desapropiarse de lo suyo (un pasado, buenos momentos vividos juntos, resultados positivos se han transformado en éxitos reales).

  4. Me parece un tema muy oportuno y necesario en estos momentos que vivimos. Espero continúen profundizando en él.

  5. Me ha gustado mucho esta reflexión de José Ramón, vivimos tiempos muy difíciles y tenemos que estar muy abiertas al Espíritu para que él nos vaya cambiando y transformando. Muchas gracias

  6. Te puedo decir que me ha gustado mucho y da mucha esperanza para confiar cada día más en la voluntad de Dios.
    MUCHAS GRACIAS

  7. me ha gustado mucho. estoy de acuerdo que es un tiempo difícil para muchos Institutos anclados en el recuerdo del pasado donde eramos muchos/as para llevar acabo nuestra misión.

    1. Es un tema importante ,se ha de cambiar la mentalidad, son muchos años de historia
      y vivencias, entrañables.
      Lo pueden hacer los laicos ,si, pero no están de porvida, se tiene que pensar y pedir la ayuda del Espíritu .

  8. Me parece muy duro lo que decís, ¿nadie de la congregación, orden, etc. para dar una mirada de familia a las ancianas/os?
    ¿Solos hasta que todos vayan desapareciendo pq. el Señor ya se los llevó?
    Es posible que no haya entendido nada, porque entidades que llevan nuestras residencias ya las tenemos y muy buenas gracias a Dios.
    Gracias por todo lo que ayudáis y perdón por mis bajas «entendederas»

  9. José Ramón me ha gustado mucho esta reflexión , el espíritu está abriéndonos a otra nueva etapa , vivimos tiempos un tanto complejos y tenemos que estar preparadas para el cambio y muy abiertas al Espíritu en este caminar desde la disponibilidad , cambiándonos y transformándonos.
    Muchas gracias José Ramón

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Suscríbete a nuestro boletín

Por favor, activa JavaScript en tu navegador para completar este formulario.
Nombre