¿Cómo revitalizar nuestros votos en los tiempos que vivimos? ¿Cómo darles un nuevo sentido con 70, 80, 90 años, después de 50, 60 años de haber profesado?
Una reflexión sobre voto de castidad que completa los artículos anteriormente publicados relacionados con el voto de pobreza y con el voto de obediencia.
Nuestra vida tiene que estar en constante renovación, y nuestros compromisos tienen que renovarse, revitalizarse. También el voto de castidad. Pero, ¿qué es la castidad? El Catecismo de la Iglesia Católica nos indica que la castidad integra la sexualidad en la persona, desarrolla el dominio de sí mismo e imita la pureza de Cristo y, además, en el caso de los consagrados, el celibato facilita de manera eminente la dedicación exclusiva a Dios (CCE 2337-2349).
No es un voto fácil de renovar en el sentido que queremos plantear en este artículo. El celibato se ejerce y se vive, pero primero hay que reflexionarlo y abrazarlo con libertad para darle sentido y agradecerlo. Agradecer la elección que hicimos hace años de imitar a Jesús, conscientes de las renuncias que conlleva y agradecer también los dones que esto ha supuesto en nuestra vida. No es exagerado decir que buena parte de nuestro bienestar depende de saber renunciar, con palabras de San Agustín, “La castidad nos recompone; nos devuelve a la unidad que habíamos perdido dispersándonos” (Confesiones, 10, 29; 40).
Vivimos en una cultura que nos invita todo el tiempo a conseguir y a acumular, no a renunciar, y ésta cultura cada vez nos ha contagiado más y en más profundidad, también a los religiosos. Pero haber renunciado a tener una pareja, una familia, a tener hijos y haberse comprometido a ser castos de por vida también genera frutos. Agradecer la disposición de un corazón libre de ataduras y otros amores para amar el único AMOR de nuestra vida.
En contraste con los mensajes que recibimos de la sociedad actual, vivir la castidad es ser testimonio y luz. Cuidar y alimentar el compromiso adquirido con Cristo, quizá hace ya muchísimos años, nos hace libres para amar y abrazar a los demás.
Preguntas sobre el voto de la castidad
Para volver a Jesús, que es el origen de nuestra elección, es bueno reflexionar sobre cómo vivimos la castidad. Para ellos nos pueden ayudar estas preguntas:
¿Cómo vives el voto de castidad hoy en día, a tus 70, 80, 90 años?
¿Lo has interiorizado como una renuncia obligada contra la que siempre has tenido que luchar?, ¿Lo vives con represión, como una esclavitud, como una enfermedad que solo te ha traído traumas y desafección?
¿Lo vives como una renuncia voluntaria que te ha liberado? ,¿ Lo vives como un don?
Nunca es demasiado tarde para revitalizar nuestros votos, para vivir de una manera más consciente y libre nuestra castidad, dirigiendo nuestra afectividad a Cristo, viviendo la pureza de un modo positivo y constructivo, al servicio del amor y de integrarlo en el desarrollo de la persona.
Otros amores
No podemos olvidar que estamos en una época en la que “obtener” y “ser” se han convertido prácticamente en sinónimos. Lo que eres, depende de lo que obtengas. “Ser alguien” significa obtener reconocimiento, seguir haciendo mi trabajo de siempre, negarme a ver que otros lo hacen distinto a mí, ni mejor ni peor; para otros significa tener dinero, posesiones, marcas, tecnología, viajes y “vivir la vida”, prestigio, fama, o lo que sea. El punto es que son esos anexos los que dan el peso al ser que los ostenta. Pareciera que no eres nadie, si no cuentas con aquello que te pone por encima de los demás. Y esto no es tan extraño en el mundo religioso, se da más de lo que pensamos y supone una esclavitud que ha hecho que el voto de castidad lo hayamos sustituido por agarrarnos a “otros amores” (no necesariamente carnales). Pervertimos este espíritu del celibato por ejemplo cuando nos acostamos con nuestros vicios, o cuando “hacemos el amor” con nuestro propio ego .
La verdadera castidad se fragua en corazones pobres y humildes.
El celibato nos ayuda a vivir centrados en el amor a Dios (vs descentrados en otros amores). El espíritu del celibato es tener el corazón libre para amar a Dios en exclusiva, tenerlo libre para que en él entren los más pobres y necesitados. La belleza y el valor de esta elección de vida es ser donación generosa a los demás.
José Ramón López
Director de Operaciones
Fundación Summa Humanitate
Un comentario
Me ha encantado este tema: ya que nos ayuda a crecer en conocimiento y vivencias sobre nuestros votos. Un don hermoso que hay que vivirlo en libertad y con alegría. De una manera completa a Dios a través de nuestro servicio a los más necesitados.