Redescubramos este año «el gran valor y la absoluta necesidad de la oración en la vida de las personas, en la vida de la Iglesia y en el mundo».

Para preparar con eficacia el Jubileo 2025, el Papa Francisco propone a la Iglesia -que somos todos- emplear el ingrediente imprescindible para lograr el éxito de cualquier proyecto que queramos llevar a cabo: la oración. El Santo Padre nos pide «recuperar el deseo de estar en la presencia del Señor, de escucharlo y adorarlo» y nos anima a promover la centralidad de la oración individual y comunitaria en este 2024 declarado por él como el Año de la Oración.

Animados por el Papa y muy unidos a los contemplativos, lanzamos desde Fundación DeClausura a la sociedad un llamamiento a la oración en este tiempo de Cuaresma que pronto concluye. «Aquellos que viven solo para adorarte y nada más» son maestros de la oración para muchos de nosotros. A ellos nos hemos querido unir estos días para tratar más a Dios y prepararnos espiritualmente para vivir profundamente la Semana de Pasión que está a punto de comenzar y el tiempo de Pascua que nos alegrará en primavera.

Como hicieron los Apóstoles con el Maestro, pedimos a los contemplativos: «Enséñanos a orar» (Lc 11, 1). Generosamente han sido muchos los que aceptaron ilusionados nuestra propuesta. Casi 150 comunidades monásticas se adhirieron con entusiasmo a la oración cuaresmal en monasterios y conventos que convocamos el pasado jueves 7 de marzo a la siete de la tarde.

Con ellas lanzamos una campaña para alentar a la sociedad a redescubrir la dimensión contemplativa de la vida e invitarla a la oración . Benedictinos, Agustinas, Camaldulenses y Cistercienses rezaron ante las cámaras la oración que Cristo nos enseñó. Un Padre Nuestro con el que nos invitan a desacelerar, detenernos y a orar.

Seamos maestros de oración

Monjas y monjes de clausura de toda España nos abrieron las puertas de sus iglesias para ofrecernos la posibilidad de unirnos a su silencio, al rezo de sus Vísperas, o a su Adoración al Santísimo, a la celebración de la Eucaristía, o al rezo del Rosario… Con ellos aprendimos a orar. Al igual que sucedió con los Apóstoles, «contemplando y escuchando al Hijo orar, los hijos aprenden a orar al Padre». Así nos lo plantea en el punto 2601 del Catecismo: «¿No es acaso, al contemplar a su Maestro en oración, cuando el discípulo de Cristo desea orar? Entonces, puede aprender del Maestro de oración.»

El mundo necesita maestros de oración para que pueda recuperar, como dice el Papa, «el deseo de estar en la presencia del Señor, de escucharlo y adorarlo». Si tenemos experiencia de Dios, todos podemos llegar a serlo. Estoy segura de que somos muchos los cristianos que con el Papa estamos esta año tocando «una gran sinfonía de oración» que nos hará «más humildes y dejará espacio al Espíritu Santo» para que perfeccione cualquier proyecto individual o comunitario.

«La oración es el respiro de la fe, es su expresión más propia. Como un grito silencioso que sale del corazón de quien cree y se confía en Dios».

Papa Francisco

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