¿Es razonable tener tanto miedo?

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El título de este artículo responde a las decenas de situaciones que muchos estaréis viviendo en Casas, en vuestras comunidades religiosas, en grupos de WhatsApp, conversaciones telefónicas, etc. ¿Hay demasiada histeria?, ¿tantas medidas de seguridad son necesarias?, «he dado positivo en las pruebas y me tienen encerrada en una habitación de 8 m2, esto es inhumano, no hay derecho». No dejamos de escuchar este tipo de comentarios, casi siempre con tono de queja y amargura derivada de esta situación. 

¡Es cierto! llevamos ya más de un mes encerrados. A algunos se les ha pasado volando, a otros les ha parecido una eternidad. Y nos preguntamos, ¿por qué tenemos sensaciones tan distintas viviendo las mismas circunstancias? pues por una razón muy sencilla: porque todos gestionamos de modo diferente nuestros pensamientos y nuestras emociones. El miedo es un ejemplo claro. Ante una situación real por la que todos estamos pasando, las reacciones son muy diversas.  

Nuestros hogares son hoy en día los cenáculos donde debemos de ejercer la empatía y el respeto ante el dolor del otro, ante sus miedos, ante sus angustias. La gestión interior de esta crisis es muy heterogénea y dentro de las diferentes formas de abordarla, están los que sienten miedo: miedo a ser contagiados, miedo a la muerte, miedo a contagiar a alguien sin saberlo… pero, ¿es razonable tanto miedo? 

Todos los expertos nos hablan del alto grado de contagio que este virus presenta. Es ya una evidencia científica y parece probable que un número muy elevado de la población en las distintas franjas de edad, estén ya contagiados o vayan a contagiarse de este virus. Por lo tanto, tendremos que aprender a convivir con él. Esta convivencia nos lleva ahora más que nunca a ejercer la empatía con el otro y a poner en marcha la resiliencia con nosotros mismos. La resilencia, como ya sabéis, es esa capacidad que tenemos todos los seres humanos para superar con espíritu positivo cualquier desgracia que nos ocurra, sin dejarnos arrastrar por el desánimo, la tristeza y la desesperanza. 

El miedo, repito, no es ni deja de ser razonable, sino la expresión de lo que alguien siente ante un hecho. Es aquí donde unos con otros tenemos que ejercer la comprensión y la empatía. Esto no es impedimiento para que durante un largo periodo de tiempo seamos precavidos, cuidemos no solo nuestras vidas, sino las vidas de los demás, tomando todas las medidas de precaución para no contagiarnos ni contagiar a nadie. Solo desde la empatía se superará la enfermedad y los miedos. Cuando, yendo por la calle, entienda que tosiendo en mi codo protejo a otros, cuando en mi casa tome todas las medidas de higiene necesarias, cuando en un supermercado mantenga las distancias de seguridad, cuando en mi comunidad religiosa o sacerdotal no esté poniendo en riesgo a otros, cuando también piense en los profesionales que me cuidan y en lo que tengo que hacer por protegerlos a ellos, cuando no me salte las medidas puestas en marcha para proteger a todos, cuando sea paciente…  

En definitiva, cuando haya pensado no solo en mí sino en mi prójimo, estaré contribuyendo a que el miedo no solo desaparezca, sino que se transforme en esperanza, en un mundo más comprensivo, más amable, más libre, más humano.

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