Supongo que el confinamiento obligatorio de tanta gente en sus hogares, la prohibición del convivir con los amigos, la clausura de escuelas, parques, bares, estadios, iglesias, trabajos… pueden haber sido el detonante idóneo para acudir a preguntar a los ‘expertos en soledad’, a los cartujos: ¿cómo se apaña uno con su soledad entre cuatro paredes por varias semanas?, ¿este ‘noviciado’ por ‘decreto real’ a aprendices de ermitaños no nos dejará secuelas psicológicas postvirus? Incluso, nos dirán, ¿acaso la soledad por sí misma me abrirá a experiencias espirituales inefables e inéditas, hasta ayer ‘mismito’, para mi corazón?   

Sucede que cuando hay un incendio se llama a los bomberos. Cuando hay una pandemia, se moviliza a todo el personal sanitario, y cuando se decreta la ‘enclaustración general’, pues se llama a un cartujo. No quiero desdramatizar este periodo hipercondensado de tragedia ciudadana y personal,…se trata de la capacidad de vivirlo, de asumirlo compartidamente, incluso, esta vez más que nunca, consigo mismo.  

Si hay una experiencia clara para el ermitaño en su reducida celda es la de sentir cómo se le dilata el corazón: el dial de sus latidos se sintoniza, sin saber cómo ni cuándo, a toda emisora humana. 

Los cartujos, por eso de ser monjes contemplativos, tenemos bien marcado nuestro territorio de soledad orante… Pues bien, este virus lo que ha provocado dentro de la Cartuja es una nítida terapia de comunidad. A pura lija y lejía, es verdad, y cuántas lágrimas ‘con-lloradas’ con todos…  

Pero, qué gozada palpar hasta la molestia lo dependientes que somos unos de otros, qué entrenamiento de nuevas palpitaciones que creía que me robaban soledad y oración. Ahora comprendo del todo aquello que escribía un cartujo, eso de ‘el corazón de mi hermano es mi ermita’, lo que para un monje es como decir ‘siempre eres, hermano, mi posibilidad de Dios’.  

Un virus así de chiquito puede ser la chispa que incendie, ¡por fin!, toda la paja de nuestros corazones. 

Un comentario

  1. Que verdades nos revelan estos textos y reflexiones fruto del convivir y de nuestro cotidiano encuentro comunitario. me están haciendo mucho bien para compartir, orar, y reflexionar con la posibilidad de transformación personal.
    Muchas gracias.

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