En cada hermano o hermana hay una posibilidad de regalo, hay una posibilidad de encuentro, hay una posibilidad de Dios.
En esta época, cuando está terminando el año y empieza a asomar el siguiente, las personas tendemos a hacer balance y a trazarnos nuevos propósitos.
A mí me gusta mucho agradecer la presencia de aquellas personas que son instrumentos de la Luz en mi vida, que me recuerdan la ternura divina. Si nos ponemos a pensar, son tantas…
Por compartir con vosotras, me vienen a la mente dos religiosas de nombre Carmen, que han tenido vidas muy “probadas” y que han sido fieles, sencillas y felices. Recuerdo con mucho cariño a una hermana franciscana y valenciana, que se acaba de ir al cielo después de una vida llena de amor y entrega, por los niños y jóvenes que educaba y procuraba cuando estaba en activo; y por sus hermanas, cuando estuvo en la enfermería de hermanas mayores. Era una mujer dotada de gran inteligencia, bondad y humildad que no dejó que la enfermedad que la perseguía durante más de media vida le robara la alegría del cristiano de veras. También recuerdo a otra hermana que he conocido recientemente, dominica, y creo que navarra, a la que las circunstancias políticas le privaron desde niña de su padre -injustamente encarcelado durante años-, y que ha sido capellana de prisiones durante más de 40 años, escuchando y acompañando a los presos y presas que se encontró en su camino, dejando en ellos una huella imborrable del amor de Dios.
Y es que en cada hermano o hermana hay una posibilidad de regalo, hay una posibilidad de encuentro, hay una posibilidad de Dios.
El compartamiento de los girasoles
A lo mejor ya me habéis escuchado esta semejanza de la naturaleza, pues me encanta, pero la repito. Cada día los girasoles se despiertan y se mueven hacia el Sol, siguiendo al astro en su ruta de este a oeste, como agujas de un reloj. Por la noche vuelven a hacerlo en sentido contrario para esperar su salida en la mañana del día siguiente. Sin embargo, en los días nublados, los girasoles se miran unos a otros buscando la energía de cada uno. No se quedan mustios, se miran unos a otros, erguidos, hermosos y se comparten la energía que no pueden obtener del sol.
Esa energía, ese ser instrumento de la Luz, ese amor, sólo puede anidar en nosotros si tenemos el corazón despierto y abierto. Humildemente creo que ese es un regalo que el Niño Jesús espera de nosotros, un corazón que no tenga miedo de abrirse y ofrecerse, tal cual es, y se deje querer y se deje llenar para donarse a su vez. Ojalá seamos como los girasoles y seamos misión unos para otros.
Feliz año 2024 a todos y a cada uno de vosotros.
5 comentarios
Yo quisiera ser como los girasoles, donde cada pipa que brota sea un don y un regalo encontrado en casa hermano y hermana que Buen Padre Dios pone en el tuétano de nuestras vidas espirituales, las cuales nos hacen semejantes y prójimos,humanos y divinos…
Gracias María Eugenia por tus palabras de luz en el crecimiento espiritual y humano, tan caracteristico de ti.
Un cordial abrazo
Precioso y muy aprovechable para nuestra vida. Desde luego la mayor felicidad, lo que de verdad hace feliz a una y a los demás.
Gracias y feliz Año 2024
Muchísimas gracias, por el servicio de formación que nos brindas generosamente, gracias por este saludo de fin de año, y el recuerdo y testimonio de religiosas que han ido evangelizando con su vida y servicio.
Para todos del Instituto Humanitate, muchas bendiciones.
Feliz Año 2024
«Seamos como los girasoles» es un comentario precioso, lleno de contenido para cada una de nuestras vidas, personas, grupos cristianos, comunidades, etc.
Podemos reflejar y vislumbrar esa energía que perciben del Sol cuando les alumbra, para repartirla entre ellos cuando la han de menester y según la necesidad de cada uno.